Bienvenidos a la ciudad de Badajoz : CALLE ARIAS MONTANO

Esta calle era llamada a mediados del siglo XVI de Alonso Lucas, a principios del siglo XVII del Gorrero y en siglo XVIII de la Sal, en 1800 fue llamada como de la Sal Vieja y en 1850 otra vez como la de la Sal. También le es atribuido en otros periodos los nombres de Miguel de Mendoza, Almaraz y Aduana Vieja. Su nombre de la Sal es debido a que en ella existió un almacén de sal que era del estado. A finales del siglo XIX se le impuso el actual nombre del humanista, hebreista, latinista y escritor de Fregenal de la Sierra, que es Benito Arias Montano.

A principios del siglo XX era una de las calles más transitadas y activas de toda la ciudad, hecho que hizo que se instalaran en ella numerosos establecimientos comerciales y además que fuera elegida como domicilio por los personajes más relevantes, porque tener un negocio allí, o habitarla era cuestión de prestigio. En los años 30 era una de las solo veinticuatro clasificadas como de primera categoría, y todavía a mediados de los setenta era de las más importantes de la ciudad.

Comienza en la plazuela de la Soledad, es angosta, en cuesta ascendente, cerca de su final la cruza la calle Montesino, la cual la divide en dos tramos, uno mayor al principio, y otro de corta extensión hasta que la cruza la calle San Juan. Fue sin duda otra de las arterias de mayor pujanza comercial del Casco Antiguo hasta los años 80, como así lo atestiguan los carteles de sus viejos negocios.

Le llamaban la calle del oro por la afluencia que tenía, pues venían clientes de toda la provincia, tenía tiendas de ropa, tejidos, menaje, librerías, ferreterías o relojerías, esta calle estaba viva, el bullicio de clientela era permanente, pero el tiempo le robó su protagonismo, pero siempre permanecerá en la memoria Arias Montano y su historia.

Dispuso durante el siglo XX de una serie de comercios y lugares renombrados ya desaparecidos, a los cuales queremos recordar desde aquí: artículos de caza, armas, automóviles y sanitarios de Genaro Doncel y encima la modista Esperanza Terrón, el estudio de pintura de Francisco Pedraja, los bolsos Dólar (Marino Folgado López), las sastrerías de Federico y Mariano Cortés, la de Lozano y la de Reina, las joyerías y relojerías Ansal (Antonia y Salvador), Orient, Emilio Castellano y la de González Cerezo, los ultramarinos de Santacruz y de "Las Antillas", la pastelería Morán, la cestería del Sr. Guachi, las mercerías Ino (Eduardo Díaz) y Juan Pedro, las papelerías e imprentas Clásica (Manuel González Aceña) y Gráfica Extremeña (Alfonso Mangas Cuenda), las ferreterías El Zamorano y El Candado. los Seguros Hispania, los fotógrafos Suárez y Pérez, Retales Roma (Rosa Marco), los tejidos y confecciones Valentín, Blanco y Negro, Santa Ana, de Soledad, Pascual Martínez, Marva (Antonio Vadillo), David y Reino, Peysan (Pedro Parra y Rafael Santos), Mayge (Manolo y Gerardo), Miguel Gil, el Metro y Soleto García (Emilio e Isidro), los curtidos José Espejo, agencia de transportes Ortega, ropa infantil Marylin, la tapicería San Juan, la floristería Azagala, el colegio de Los Merinos y el colegio de Doctores y Licenciados, la frutería Brasil (de Caballero), la farmacia de Lda. Dolores Montoro y la de Francisco Villanueva, la perfumería Azul, los bares y cafeterías Las Dos Victorias (Sr. Jiménez), Bar Madrid y La Galería, la exposición de motos Vespa de Garage Pla, la pescadería Mercedes, el bazar de Juan Sevilla, la tienda de Congelados Nisa, la tienda de discos de Joaquín Suárez, entre otros.

Aparte de esto negocios citados y otros muchos más, también constan domicilios de seis médicos, un dentista, cinco corredores de comercio, tres abogados, un prestamista, dos ganaderos: Jesús Rubio y Florencio Álvarez, dos profesores de música: Manuel Palencia y Manuel González Correa y el fiscal jefe Federico García de Pruneda.